Celestino Benavente Medina cruzó su camino con el de los hermanos Avello en varias ocasiones, y por distintos motivos. Es así que tanto Celestino como José María, José Cardenio y Federico Avello coincidieron realizando distintas labores en la administración del pueblo de Santa Juana y del departamento de Lautaro. Por ejemplo, en mayo de 1852, José María Avello y Celestino Benavente fueron electos regidores de la municipalidad. En la siguiente elección, en abril de 1855, si bien José María descartaba participar en los comicios de ese año pues ocupaba el cargo de gobernador del departamento en reemplazo de su padre José Manuel, su hermano José Cardenio Avello junto con Benavente Medina fueron escogidos como miembros propietarios del municipio. Coincidieron también en estos menesteres administrativos en los años que siguieron: durante los años 1863 y 1864 José Cardenio es uno de los tres alcaldes de la municipalidad, al mismo tiempo que sus hermanos José María y Federico eran comandante y sargento mayor, respectivamente, de la Brigada de Infantería Cívica, mientras que Celestino ocupaba el cargo de capitán del Escuadrón N° 2 de Caballería Cívica de Santa Juana. Sin embargo, no fue en este ámbito institucional, ni en ese contexto temporal, en donde se construyeron los fuertes lazos que unieron a la familia de los hermanos Avello con los Benavente.
La mayor complejidad de los fundos rústicos era la enorme extensión que abarcaban, incluyendo muchas veces dentro de sus límites cordones montañosos completos, ríos desde sus nacientes hasta, incluso, sus desembocaduras, extensos potreros, húmedos rincones donde abundaban los mallines, profundas quebradas e impenetrables bosques. El fundo Descabezado, de propiedad de los Avello, cumplía completamente con la descripción anterior, con una cabida de más de 40 mil hectáreas encajonadas en plena Cordillera de Nahuelbuta, le daban la apariencia de ser un departamento más dentro de la provincia. Por el motivo de la gran superficie que ocupaban los deslindes de Descabezado, la familia Avello divide el fundo en cuatro grandes porciones, de modo de hacer más fácil la administración de este territorio: en el extremo norte de la propiedad se encontraba el sector «Tres Pinos«, que colindaba inmediatamente al sur con el sector que denominaron «Las Quemas«. Las dos porciones anteriores deslindaban por el poniente con el sector llamado «Curanilahue» (nombre dado por su proximidad al pueblo del mismo nombre), y el resto del fundo en dirección al sur se comenzó a conocer como «Trongol«, porción que tocaba la rivera norte del río Pilpilco. Es en este contexto de facilitar la administración de esta propiedad es que Celestino, ya conocido de la familia, es nombrado inquilino administrador de las porciones Tres Pinos y Las Quemas. Con el tiempo se le une en esta labor Juan Anselmo Ríos , el hijo de Martín Ríos Hidalgo y de Rafaela Arriagada Medina. Estas porciones eran aquellas que estaban más próximas a Culenco y San Jerónimo, lugares donde habitaron desde tiempos inmemoriales las familias Benavente, Ríos, Medina y afines. Es sabido que aquellos que ocupaban la administración de tales extensiones territoriales, conocían más de la intimidad de la propiedad administrada que los propios dueños. Celestino, quien había contraído matrimonio en 1861 con María del Rosario Ríos, hija de Pedro Nolasco Ríos Arriagada y de María Gregoria Guzmán, formó una gran familia junto a ella en las inmediaciones de Las Quemas y Tres Pinos. Fueron sus hijos Luis Felipe Benicio, cuyos padrinos de bautismo fueron José Cardenio Avello y Clorinda Avello, a quien le siguió Gregorio Miceno, Leopoldo, Pablo Natalio, Manuel Antonio, Ana María, Eduardo, Víctor Vicente, Rosalía, Juan Bautista, Teresa de Jesús y Ángel Custodio, muchos de los cuales continuaron en la administración de estos terrenos luego de la muerte de su padre, acontecida el 17 de julio de 1894. En estos trabajos administrativos, Celestino Benavente tuvo una lucida y destacada trayectoria, la que fue reconocida a través de un legado que le dejó José María Avello en su testamento, fechado el 9 de septiembre de 1881, el cual consistía en la loma que ya tenía ocupada Benavente junto a su familia en Las Quemas, y cuya extensión era de más de 600 hectáreas.
Este nexo entre Benavente con los Avello se fue diluyendo y tensando una vez que Celestino muere, y su sucesión toma la administración del fundo Descabezado. Termina por romperse una vez que José Cardenio Avello muere, el último de los hermanos en fallecer, y el Consejo Administrativo toma control de los activos de la herencia Avello. A estas alturas del partido, la sucesión de Celestino Benavente, encabezada por su hijo Eduardo Benavente, ocupaba arbitrariamente la totalidad de las más de 2.700 hectáreas que componían Las Quemas, explotando sin autorización los antiguos bosques existentes en ese sector de Descabezado. El desorden que se produce luego de la muerte de José Cardenio y que fue precedente de muy lata resolución para el Consejo Administrativo que dirige el destino de la fortuna legada, fue escenario propicio para el establecimiento de controversias entre éste y distintas personas y sucesiones, muchas de ellas beneficiadas por los distintos testamentos de los Avello, que buscaban sacar aún más provecho del generoso donativo de estos hermanos a las clases más menesterosas de la provincia. La demora en adjudicar estos beneficios testamentarios provocó que no sólo estos beneficiarios buscaran conseguir un rédito aún más provechoso.
En vida, los Avello conocieron del conflicto legal entre ellos con José Velásquez, quien con el permiso de Celestino Benavente y Juan Anselmo Ríos, ocupa en enero del año 1868 el potrero Tres Pinos del fundo Descabezado y luego de ya establecido en ese lugar, comienza a realizar actos de dueño, incluso intentan vender parte de la propiedad, acción a la que se opusieron judicialmente los Avello y que fue resuelta en el año 1874, dándole la razón estos últimos. Otro que se vio involucrado en esta clase de litigios fue Amador Ríos Ríos, hijo de Juan Anselmo Ríos, el otro inquilino junto a Benavente de Las Quemas, que fue demandado junto a su hermana Petrona Alejandrina Ríos Ríos, pero por el Consejo Administrativo de la Comunidad Avello, en 1922 para que se le restituyera al Consejo una porción de terreno denominado «El Potrerillo» ocupada por los Ríos, a pesar de que Petrona Alejandrina esperaba en esa época aún la adjudicación correspondiente de la casa de calle O’Higgins en la ciudad de Concepción que José Cardenio Avello le había legado a través de su testamento. Otro de los demandados por este Consejo fue Germaín Domínguez Ríos y familia, que si bien su suegro Recaredo Chávez Cruz (casado con María Jovina Ríos Guzmán, cuñada de Celestino Benavente) había sido beneficiado por José Cardenio Avello con 1.500 cuadras en el fundo Espigado, Domínguez era acusado de ocupar ilegalmente el sector Pino Huacho, cuyos deslindes estaban comprendidos dentro del fundo Caramávida, otro de las propiedades rústicas de los Avello y que colindaba inmediatamente al sur del fundo Descabezado. Además de los encuentros que tuvieron Domínguez y el Consejo Administrativo en tribunales, ambas partes envían sentidas y polémicas declaraciones que fueron publicadas en periódicos de circulación nacional, como «La Nación» y «El Mercurio«, durante el año 1917. Finalmente todos estos conflictos fueron resueltos a través de una transacción privada entre las partes, en donde todas conservaron la mayoría de los terrenos que pretendían luego de un pago y el establecimiento de cuotas pagaderas incluso a 20 años. Por ejemplo, los Domínguez Ríos finalizaron el conflicto con la comunidad Avello en el año 1935, luego de establecerse un período de 20 años en donde se obligaban a pagar cuotas sucesivas hasta completar el precio de venta, que fue de 80 mil pesos. Un par de años antes, Amador Ríos y su hermana Alejandrina se habían adjudicado, igualmente a través de una transacción, el fundo El Potrerillo, que alcanzaba las 500 hectáreas de extensión. Algo similar ocurrió con la sucesión de Celestino Benavente que si bien no lograron conseguir la totalidad de Las Quemas, finalmente pudieron inscribir la loma que les había legado José María Avello en su testamento del año 1881. Esta propiedad en Las Quemas, que alcanzaba las 600 hectáreas, finalmente fue adjudicada a Ana María Benavente, una de las hijas de Celestino, en la partición de la herencia de los Benavente Ríos durante la segunda mitad de la década de 1920. Posteriormente, Ana María, quien se encontraba radicada en Talcamávida, lega sus bienes (entre ellos Las Quemas) a los hijos de su hermana Teresa de Jesús Benavente con Bartolomé Sepúlveda, ya que no tuvo sucesión con su marido José Daniel Varela. Resulta consecuente que estas familias transformaran en una situación de derecho una ocupación que había sido, de alguna forma, tolerada por la familia Avello, y que después de todo, había sido tranquila y sin oposición durante varias décadas.
La larga relación entre Celestino Benavente y los hermanos Avello que trascendió al tiempo y a los litigios pudo haber sido sostenida no sólo por el profundo vínculo que ellos habían generado en estos distintos ámbitos ya revisados, y que se mantuvo intacto hasta que sus protagonistas estuvieron vivos, sino también por la figura de una mujer, Josefa Benítez, que sería tanto la abuela de Celestino como de los Avello (revisa la descendencia de Josefa junto a José Manuel Avello en la parte uno de este artículo). Josefa, quien pertenece a una de las primeras familias que buscan refugio al abrigo del fuerte de Santa Juana, mientras doncella casadera tuvo un hijo natural engendrado por Juan Miguel Benavente Roa, uno de los hijos del capitán español Juan de Benavente Sánchez y de Antonia de Roa Alarcón, mientras la familia Benavente Roa se encontraba apostada en el fuerte de Santa Juana, donde Juan de Benavente ocupaba el cargo de comandante de aquella plaza militar. Este hijo, que recibió el nombre de Pedro José Mateo Benavente, nacido por el año 1780 en Santa Juana y sepultado el 29 de mayo de 1876 con entierro mayor, se casó en únicas nupcias con Teresa Medina (sepultada en Santa Juana el 31 de mayo de 1878), hija de Mariano Medina Fonseca y de Cayetana Toloza, también miembros de familias de rancia tradición miliciana en la frontera al igual que los Benítez. Pedro José con Teresa tuvieron una larga que se estableció principalmente en Santa Juana y también en Nacimiento, sin dejar de considerar también las pequeñas ramas familiares que se establecieron en otras localidades del Biobio. Sus hijos fueron Dolores Benavente (fallecida el 15 de junio de 1889), quien tuvo sucesión natural y legítima con Pascual Medina, hijo de José María Medina y de Isabel Medina; el mismo Celestino Benavente que anterior a su matrimonio con María del Rosario Ríos Guzmán, tuvo sucesión natural con en varias mujeres; Pedro José Benavente, con sucesión natural, le fueron puestas las bendiciones matrimoniales en el campo en primeras nupcias el 14 de octubre de 1864 con Felipa Gallegos, hija de Basilio Gallegos y de Carmen Ríos, quien muere deslocada al poco tiempo de casada, y casado en segundas nupcias con Tita del Milagro Medina, hija de Manuel Medina y de María Jesús Molina; Juana Benavente (fallece el 12 de enero de 1902), casada el 20 de diciembre de 1856 con Cornelio Medina, hijo de José Gaspar Medina Fonseca y de Manuela Salgado Delgado; Tomás Benavente (fallecido asesinado en un robo el 23 de abril de 1897), con sucesión natural, y casado el 15 de octubre de 1864 con Justa Medina, hija de Juan Antonio Medina Salgado y de Manuela Medina Fernández; Mercedes Benavente, casada con Pedro Peña, hijo de Eduardo Peña y de Antonia Hidalgo; Isabel Benavente, casada el 4 de enero de 1857 con Raimundo Medina, hijo de Isidoro Medina Salgado y de Candelaria Medina; Mariana Benavente, casada el 19 de enero de 1858 con Jerónimo Medina, hijo de Vicente Medina Soto y de María Medina Toloza; José María Benavente, casado el 16 de septiembre de 1857 con María del Rosario Armaza, hija de Juan Armaza y Rosario Chávez; y finalmente María Jesús Benavente Medina y María Gregoria Benavente Medina, aparentemente ambas sin sucesión. Gran parte de estas uniones fueron con las distintas ramas de la enorme familia Medina, y sus descendientes se establecieron mayoritariamente en los valles campesinos en Culenco y San Jerónimo, entre Santa Juana y Nacimiento, formando conglomerados familiares entre ellos mismos, y con otras familias del sector, como los Toloza, Peña, Carrasco, Ríos, entre otras.
Un comportamiento común entre los hermanos Benavente Medina era la procreación de hijos naturales en distintas mujeres cercanas a ellos, como es el caso de María del Tránsito Ramos, natural de Ránquil y empleada en las labores domésticas de las casas de los Benavente, quien tuvo descendencia natural tanto con Pedro José como con Tomás Benavente Medina y que, finalmente, fue casada en 1883, ya mayor, con uno de los hijos naturales de Celestino, de nombre Celedonio Benavente. Estos hijos, que en su mayoría fueron reconocidos como tales, además fueron incluidos en las diferentes dinámicas familiares, concertándoles matrimonios, por ejemplo, con otros miembros de la familia extendida que tuvieran alguna capacidad patrimonial, de modo que mantuvieran una posición similar al resto del grupo familiar. Celestino no escapó de este comportamiento anquilosado en la dinámica familiar: además del mencionado Celedonio Benavente que fue habido en Martina Inostroza, tuvo descendencia natural con Candelaria Salas Avello y con Agustina Fonseca Bizama (var. Lizama). El origen de Candelaria, quien era prima de los hermanos Avello, y los hijos que hubo fruto de la relación de Celestino, ya ha sido revisado en este artículo dividido en una parte 1 y una parte 2. La relación de Celestino y Agustina comienza poco antes de que terminara la relación que tenía con Candelaria, incluso ambas mujeres estuvieron embarazadas de Benavente durante 1849, dando a luz Candelaria a Juana María Benavente, la última de los hijos que tuvo con él, mientras que Agustina alumbraba el nacimiento de Martina Benavente, la primera de los hijos que tendría con Benavente. Luego de Martina, nace Juan Francisco en 1852 y por último en 1857 nace María Cipriana Benavente Fonseca. Al igual que sus hermanos, contraen matrimonio ventajosamente, a excepción de Juan Francisco, quien fallece soltero y sin sucesión el 14 de noviembre de 1870. Martina se casa ya mayor en 1900 con Claudio Toloza, viudo de Gumercinda Neira Toloza, e hijo de Rudecindo Toloza y de Basilia Salazar, mientras que María Cipriana contrae matrimonio el 28 de diciembre de 1878 con Mario Medina, hijo de Elías Medina Cuevas y de Rosario Chávez. Uno de los hijos de Mario y María Cipriano, Mario Medina Benavente, fue un prestigioso y querido profesor que culminó su carrera docente en el actual Liceo Enrique Molina Garmendia, emblemático establecimiento penquista, y en este artículo puedes encontrar una revisión de su trayectoria profesional.
Estos otros Avello producto de las relaciones naturales de sus antecesores, fijaron sus residencias en sectores más alejados de Santa Juana como San Jerónimo, El Fuerte, Culenco, incluso Cifuentes, que con los años fueron mejorando su conectividad con otros centros urbanos más cercanos como Nacimiento, Cañete, Curanilahue, Arauco y Lebu. Esta dinámica rural responde, en primer lugar, a un factor económico pues los principales intereses productivos de estas familias estaban ubicados en esos sectores, y en los aledaños a ellos. Y también a la necesidad de mantener el entramado familiar que había sido configurado generación tras generación, que es satisfecha mediante la continuación de la tradición de matrimonios endogámicos. El propósito era fortalecer la posición territorial, social y económica de cada uno de los distintos núcleos familiares que iban apareciendo y para esto parecía natural y obvio relacionarse con sus propios parientes, a diferencia de sus primos Avello filántropos que habían decidido prescindir de relaciones y descendencia formal pues ya estaban superiormente posicionados. En este contexto, por ejemplo, tenemos a Manuel Antonio Benavente Ríos contrayendo matrimonio en 1900 con su prima hermana Rosalina del Campo, hija de Vicente del Campo Estrada y de María Luisa Ríos Guzmán; a Pedro Tomás Medina casándose en 1886, hijo de Jerónimo Medina Medina y de Mariana Benavente (que ya eran primos hermanos) con su prima hermana Domitila Peña, hija de Eduardo Peña Hidalgo y de Mercedes Benavente; o el caso de Juana María Medina, hija de los mencionados Jerónimo y Mariana, quien se casa en 1882 con su sobrino José Aparicio Medina, quien a su vez era hijo Esteban Medina Medina y de Tránsito Medina Medina, quienes también tenían un parentesco de tío y sobrina. En realidad, los matrimonios exogámicos eran los que eran «fuera de norma» en las distintas ramas de esta familia: los más notorios, el matrimonio de José Pantaleón Benavente, hijo natural de Celestino Benavente con Candelaria Salas, quien se casa en Nacimiento con Eulogia Villalobos Parra, y el matrimonio de José María Benavente con Rosario Armaza, de Ránquil, porque unen a sus senos familiares mujeres de un origen familiar distinto al de ellos. Otros, como el de José Antolín Peña Benavente con Balvina Ríos, hija de Juan de Dios Ríos Fernández y de María Presentación Cuevas Hidalgo, en 1887; o el Benjamín Benavente Armaza en 1889 con Luisa Carrasco, hija de José Gabriel Carrasco Soto y de Josefina Martínez, si bien no existe una consanguinidad reciente entre ellos, no califican como exogámicos porque finalmente se unen a mujeres cuyas familias tienen una afinidad territorial, social y económica con la de ellos.
La historia de los Benavente, y en especial la de Celestino y la de su descendencia, se desarrolló en la esfera de influencia de la familia Avello, la más poderosa de la zona. Es muy probable que esta cercanía entre ambas familias sea por el vínculo fraterno que mantenían los patriarcas familiares, Pedro José Benavente y José Manuel Avello, y que esto haya mediado en las distintas relaciones existentes entre ambos grupos. Que Celestino haya sido el mayordomo e inquilino principal del fundo Descabezado no es antojadizo, tal posición debía ocuparla alguien que despertara confianza en los hermanos Avello, y qué mejor que un pariente con amplias conexiones en la dirigencia de los asuntos del pueblo. Con el paso del tiempo, la familia Benavente configuró una posición hegemónica en Santa Juana y pueblos cercanos, afianzando alianzas matrimoniales con los Ríos y Medina posibilitando, además, una fuerte presencia espacial de las distintas ramas que iban surgiendo a medida que otros miembros de la familia consolidaban sus posiciones económicas, siempre de la mano con una fuerte posesión territorial. La relación de estos otros Avello, que no llevaban el apellido, con los Avello, no escribió una historia unidireccional ni de una sola dimensión, al contrario, el relato es el de una relación simbiótica y de aspectos colaborativos en donde algunas situaciones que parecen anecdóticas y otras naturales en el contexto geográfico y temporal, en realidad revisten de una importancia explicativa concreta y real en el devenir de estas familias.
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