Durante la primera mitad del siglo XX los hermanos Avello Chávez lograron gran reconocimiento en la zona, sobre todo José Cardenio y Clorinda Francisca, por haber legado la fortuna que habían amasado por décadas sus parientes más próximos, al obispado de Concepción y tanto a la existente Junta de Beneficencia de Concepción como a la de Santa Juana, pueblo de donde provenía la familia, que se creó luego de esta acción filantrópica. Clorinda, quien había fallecido tiempo antes que su hermano Cardenio, había precisado que parte de su herencia fuera ocupada en la construcción de un hospital en Santa Juana, pueblo que la había visto nacer, mientras que gran parte del tercio de la masa hereditaria que le correspondió a la junta de Concepción fue dispuesta por el gobierno de Ramón Barros Luco pasando por alto la opinión de ésta, recursos que se utilizaron para la construcción de un manicomio modelo en la misma ciudad en la intersección de las actuales Av. Irarrázabal y Av. Collao, en reemplazo del antiguo edificio que atendía a los orates de la zona. Los pacientes fueron, finalmente, trasladados al nuevo establecimiento en el año 1922, sin embargo, la estadía de estos no sería por largo rato ya que en el año 1928 el edificio que alojaba al recinto psiquiátrico fue vendido al Ministerio de Guerra, ocupando el lugar hoy el Regimiento Chacabuco. El hospital en Santa Juana que fue edificado prontamente y su nombre recuerda a su patrona, sufrió severos daños en el año 1939, debido al terremoto, perjudicando gran parte de su estructura. El actual local data del año 1961, debido que al anterior fue completamente inutilizado por el terremoto del año anterior, y sigue siendo utilizado en la actualidad categorizado como un hospital de baja complejidad. En general, es lo que hemos llegado a conocer de estos hermanos que, junto a sus otros dos de nombres José María y Federico Avello Chávez, con el paso del tiempo y al ver que no iban a dejar descendencia que disfrutara de la larga fortuna familiar, pactaron dejar todos sus bienes para facilitar la existencia de aquellos de vida más menesterosa.

Si bien el origen de la fortuna de estos hermanos se ha investigado ampliamente, primero en el contexto de la ocupación de territorios indígenas por parte de nacionales chilenos al sur del Bío-bío y en el Nahuelbuta en la primera mitad del siglo XIX, y segundo en el marco del estudio de la industria carbonífera que sirvió de matriz económica de Arauco y Curanilahue durante la segunda mitad del siglo XIX, se hace necesario conocer también las relaciones más íntimas familiares que finalmente desembocaron en la decisión de legar todos los recursos que los Avello Chávez habían logrado acumular, decisión que no estuvo exenta de controversias que se ventilaron ampliamente en los tribunales que permitieron develar la existencia de hijas naturales, de parientes con ganas de hacerse de las más de 100 mil cuadras en fundos rústicos y de una veintena de propiedades urbanas en varias ciudades y de una trama familiar marcada por las amplias relaciones que lograron consolidar con las familias de más destacada trayectoria del Santa Juana decimonónico. Con lo anterior se busca reconocer la descendencia, tanto directa como colateral, que aún existe de los Avello por lo que se hace imperativo remontarse un par de generaciones hacia atrás para regenerar el contexto familiar por el cual transitaron estos hermanos.

Tomás Avello fue el abuelo de los Avello Chávez. Podemos ubicarlo en Concepción durante las últimas décadas del siglo XVIII rematando los diezmos de Santa Juana, y a veces las de Nacimiento. Fue casado con Josefa Benítez (sepultada en Concepción el 5 de enero de 1831) y entre sus hijos podemos encontrar a José Manuel, Mariana y Josefa Avello Benítez. Tomás y Josefa fueron los que comenzaron la construcción del patrimonio de los Avello comprando las primeras tierras, en su mayoría, territorio indígena. Por ejemplo, en 1824 Josefa le compra al matrimonio formado por los indígenas Cayetano Cárdenas y Paula González, un terreno en Los Pantanos, en Santa Juana. En 1841, fallecidos tanto la compradora como los vendedores, José Manuel Avello, hijo de Josefa, busca regularizar la situación del terreno presentando una escritura que no había sido extendida de acuerdo a los formalidades legales que requería tal instrumento, y a los testigos que la habían firmado. Los que estaban vivos, Francisco Neira, Mariano Arriagada y Vicente Guzmán pudieron reconocer sus propias firmas sin problemas. Sin embargo, dos de los cinco testigos firmantes, José Ríos Hidalgo y Juan Félix Delgado Santander, ya se encontraban fallecidos a la época. Convenientemente, la firma de José fue reconocida como legítima por su hermano Martín Ríos Hidalgo, mientras que la de Juan Félix Delgado le fue dada la categoría de verídica por Fermín Sanhueza, esposo de Pascuala Delgado, legataria testamentaria de un quinto de los bienes de Juan Félix. Finalmente el juez de esta controversia, Pascual Ruiz (casado con María Ríos Hidalgo, hermana de uno de los firmantes de la escritura), decide otorgar la legalidad de la escritura y proseguir con la inscripción del terreno. Tomás también conoció de terrenos controvertidos: en el juicio seguido por las hermanas Mariana y Ascensión Tinedo contra los Tolozas por la reivindicación de unas tierras en Culenco, iniciado en el año 1834, Eduardo Peña testimonia que Fernando Cruz, antiguo ocupante sin título de las mismas tierras de las Tinedo, le había ofrecido en venta a Tomás Avello los terrenos que ocupaba, a lo que Avello respondió que «que no las compraba, que gozase callado aquel terreno», terreno del cual Cruz pronto hizo abandono. Es el matrimonio Avello Benítez quien comienza la consolidación de la posición de esta familia dentro de Santa Juana y Nacimiento. Para reforzar la trascendencia de este protagonismo social, unieron prontamente a sus hijos con los Chávez Medina, otra familia principal de la zona.

En primer lugar, José Manuel Avello fue casado con María Chávez (sepultada en Concepción el 9 de marzo de 1852) y, posteriormente, Mariana Avello (sepultada en Nacimiento el 11 de agosto de 1876) fue casada el 15 de noviembre de 1828 con Valentín Chávez (fallece en Santa Juana el 15 de agosto de 1858). Los padres de María y Valentín fueron Miguel Chávez (testa el 14 de Julio de 1835 en Santa Juana) y Pascuala Medina Fonseca (hija de Francisco Medina y Manuela Fonseca, pertenecientes a antiguas familias milicianas del fuerte de Santa Juana), matrimonio que poseía 300 cuadras a orillas del río Arco, en el camino de Santa Juana a Nacimiento, además de otras 100 en el mismo lugar, en común con sus cuñados Medina. No obstante, el protagonista de esta familia, sin dudas, es Valentín Chávez, quien tuvo una destacada participación en los sangrientos y violentos hechos belicosos que continuaron al grito de la independencia del año 1818, período que se conoce como el de Guerra a Muerte, lo que le valió el nombramiento como capitán de ejército el 29 de enero de 1823. Mientras los Avello Chávez establecieron su asiento residencial en el pueblo de Santa Juana porque cumplían ahí funciones administrativas y de índoles afines, los Chávez Avello hicieron lo propio en el pueblo de Nacimiento. Con los Chávez se acercaron a la familia Avello los Salas y los Medina, quienes se unieron a ellos a través del matrimonio de los hijos naturales de Tomás y de Josefa. Tomás Avello, durante uno de sus viajes a Concepción, engendra en María Santos Carriel a María Mónica de la Cruz Avello (testa en San Jerónimo el 16 de agosto de 1841, sepultada en Santa Juana el 28 de mayo de 1842) quien luego contrae nupcias con Antonio Salas para tomar asiento definitivo en Santa Juana. Josefa Benítez, en su soltería, también concibió un hijo natural con Juan Miguel Benavente y Roa, capitán del Regimiento de Dragones de la Frontera, hijo de Juan de Benavente Sánchez y de Antonia de Roa y Alarcón, mientras los Benavente Roa se encontraban apostados en Santa Juana en los últimos años del siglo XVIII . Este hijo, de nombre Pedro José Mateo Benavente (sepultado en Santa Juana el 29 de mayo de 1876) fue casado con Teresa Medina Toloza (fallece en Santa Juana el 29 de mayo de 1878), hija de Mariano Medina (quien tuvo también participación local en las revueltas independentistas, siendo su casa utilizada como correo patriota) y de Cayetana Toloza, y ambos son los antecesores que forman el tronco principal de los Benavente de Santa Juana (a diferencia de los Benavente de Nacimiento que si bien parientes de estos de Santa Juana, descienden de un hijo legítimo de un Benavente Roa).

La aparición de hijos naturales era una cuestión recurrente en la vida de los Avello, incluso la ocurrencia de distintas situaciones en donde se expuso la existencia de estos hijos concebidos sin la bendición matrimonial pudo haber motivado la decisión de donar la caudalosa masa de bienes acumulada por los Avello. Ya se ha estudiado la destacada trayectoria que tuvo José Manuel Avello en la administración del departamento de Lautaro (residió durante algún tiempo en Santa Juana la cabecera departamental), logrando protagonismo e influencia sobre todo en las relaciones mediadas entre los indígenas que habitaban las montañas del Nahuelbuta con los nacionales chilenos que poco a poco iban adentrándose en los dominios de los naturales del lugar a través de ventas muchas veces fraudulentas y viciadas. Lo anterior le otorgó no sólo la posibilidad de obtener extensos paños territoriales que los caciques le vendían a precios extrañamente muy convenientes, sino también la donación de terrenos por algunos de esos mismos caciques por la ayuda prestada en la resolución de algunos asuntos. Involucró también en esta actividad a su hijo mayor José María Avello Chávez, quien igualmente continúo durante algún tiempo con las actividades sociales y administrativas de Santa Juana, labores que fueron dejadas de lado por su padre José Manuel durante la década de 1850 debido a los problemas de salud que lo aquejaban (como lo menciona en la carta que le envía al Intendente de Concepción el 26 de mayo de 1855, donde le solicita un permiso de seis meses para restablecer su salud que se encontraba extremadamente afectada por una condición crónica que padecía). Del mismo modo, Federico y José Cardenio Avello Chávez también ocuparon distintos cargos en la administración de los asuntos del pueblo. Sin embargo, es José María Avello el compañero fundamental de su padre en la empresa de construir la fortuna familiar la que se componía, principalmente, de dos fundos rústicos ubicados en plena cordillera de Nahuelbuta, entre Nacimiento, Curanilahue, Cañete, Lebu y Arauco, bañados por diversos ríos como el Carampangue, Ranas y Pilpilco, fundos colindantes cuyos nombres eran Descabezado y Caramávida, cuya cabida sumadas era de más de 60.000 hectáreas y habían sido formados por las diversas compras y donaciones que habían hecho no sólo a naturales de la zona, sino también a antiguas familias que tenían pequeños latifundios encajonados en las quebradas de la cordillera. Sumaban otras miles de hectáreas en Culenco y San Jerónimo, que habían heredado de los Chávez y otras que habían mercado con los Ríos, además de propiedades urbanas en Santa Juana, Concepción y Chiguayante, instrumentos financieros, acciones industriales y otros bienes. José María es también el único de los hermanos que deja descendencia natural documentada, lo que habría motivado el mítico pacto fraterno de legar la fortuna familiar a los más desposeídos, para que la descendencia habida por José María Avello en dos mujeres distintas no tocase parte de estos enormes recursos financieros.

En el año 1842, en Arauco, es bautizada Delfina del Carmen Pastrana, hija natural de Rosario Pastrana. Con el pasar de los años, la pequeña Delfina se traslada a Santa Juana a la casa de los Avello Chávez (los hermanos vivían todos juntos en la casa de sus padres en el pueblo) y comienza a ocupar el apellido Avello. El evento decisivo en el reconocimiento de Delfina es la inscripción de su matrimonio con Víctor Hidalgo (hijo de Mariano Hidalgo Santander y de su primera esposa, Gertrudis Sanhueza), quienes se casan en Santa Juana el 31 de octubre de 1861. En la inscripción se señala que Delfina Avello es nacida en la parroquia de Arauco y es hija natural de José María Avello y de Rosario Pastrana. Uno de los hijos del matrimonio Hidalgo Avello, Eustaquio Héctor, fue bautizado el 13 de noviembre de 1870, siendo sus padrinos sus tíos abuelos Federico y Clorinda Avello Chávez. Varios hijos de este matrimonio dejaron descendencia que continúa hasta el día de hoy: mientras Lucas Mariano Hidalgo, quien fue casado con Eudualda Ríos Guzmán (hija natural de Alejo Ricardo Ríos y de Leonarda Guzmán – quienes, a su vez, son abuelos de René Ríos Boettinger, Pepo, creador de Condorito) y Víctor Eufrosino Hidalgo, quien fue casado con Clementina Varas, dejaron descendencia principalmente en la provincia de Concepción, sus hermanas se trasladan a Mulchén donde Zaira Hidalgo contrae matrimonio con el abogado Juan Víctor Villa Novoa (hermano del destacado médico Pedro Villa, segundo esposo de la filántropa Leonor Mascayano), y Berta Hidalgo se casa con Ignacio Valdés Hontaneda, al parecer ambas sin descendencia.

En 1855 es bautizada en Santa Juana la hija natural de Tomasa Bravo, Amalia Erasma. Tomasa era la hija de Juan Manuel Bravo, ciudadano de cierta reputación en el pueblo. Amalia había nacido en el contexto de las relaciones de amistad que mediaban entre Tomasa con Clorinda Avello. A fines de la década de 1860, Amalia es trasladada a Nacimiento a la casa de Ismenia Chávez Avello, la única hija de Valentín Chávez y de Mariana Avello Benítez, tíos de Clorinda. A esa altura, la muchacha ya ocupaba la combinación de apellidos Avello Bravo y durante su estadía en la casa de Ismenia, contrajo matrimonio el 1 de enero de 1877 con Luis Errázuriz Errázuriz, hijo de Manuel Antonio Errázuriz Salas y de María Rosa Errázuriz Mayo. Al igual que en el registro de matrimonio de Delfina, aparece como padre natural de Amalia, el mismo José María Avello Chávez. A pesar de que el matrimonio Errázuriz Avello no tiene descendencia, sí lega un problema que escalas a los tribunales y que da a conocer mucha información sobre las hijas natural de José María, en especial sobre Amalia Avello. Esta controversia legal tiene su origen en la década de 1890: el 23 de marzo de 1890 muere en Concepción, en la casa que los Avello mantenía a pocas cuadras del centro de la ciudad, en calle O’Higgins, José María Avello. Al poco tiempo se abre su testamento, el cual había sido otorgado cerrado en la capital penquista el 9 de septiembre de 1881,heredando la totalidad de sus bienes, una vez descontados los legados que hizo a algunos parientes y allegados, a sus tres hermanos: Federico, Clorinda y José Cardenio. Uno de estos legados fue a su primo Celestino Benavente Medina, hijo de Pedro José Benavente (medio hermano de José Manuel Avello), el cual constaba de una larga loma de más de 600 hectáreas, inmersa en el fundo Descabezado, la que ya era disfrutada por Celestino desde hace largo tiempo, puesto que cumplió la función de mayordomo gran parte de su vida, ocupándose de la administración de este fundo. Sin embargo, no hubo alguno para sus hijas Delfina y Amalia, o para alguno de sus nietos Hidalgo Avello. Al contrario, en una de las cláusulas del testamento, José María Avello señala que «aunque algunos han creído que Delfina Avello y Pastrana, viuda de don Víctor Hidalgo, y Amalia Avello y Bravo, mujer de don Luis Errázuriz, son mis hijas ilegítimas por haber estado en mi casa, prestándoles servicios y mediado relaciones de familia; sin embargo, no tengo plena conciencia de que sean mis hijas, por cuyo motivo no he querido reconocerlas por hijas naturales, ni las reconozco. Lo que declaro para evitar cuestiones sobre el particular«. No obstante esta declaración que pareciera zanjar las controversias que pudieran surgir, los entuertos legales entorno a la millonaria herencia sólo estaban comenzando.

A Amalia Avello, quien fallece el 8 de octubre de 1897, le sobrevive su esposo Luis Errázuriz, quien fallece poco después, en 1899. Por disposición testamentaria de Errázuriz, lega a Víctor Parra y a Pedro L. Bravo, naturales de Nacimiento, y a Zoila Garretón, las propiedades que pudieran existir a su nombre al momento de su muerte. Estas propiedades se reducían a unas decenas de cuadras ubicadas en Culenco, al interior de Nacimiento, las que habían sido obtenidas principalmente por Amalia, a través de su tía Ismenia Chávez, quien la había nombrado heredera de sus bienes al no tener descendencia al momento de su fallecimiento. Posteriormente, el marido de Garretón, Vicente Ruiz, le vende a Ismael Jara Fuica y a Juan Antonio Salas Cuevas, ambos domiciliados en la zona, los derechos legados por Luis Errázuriz. Sin embargo, lo principal de esta herencia no eran los minifundios inmersos en la cordillera de Nahuelbuta, sino la expectativa que se tenía de que el reconocimiento de Amalia Avello como hija natural de José María Avello Chávez, tendría como consecuencia la reforma del testamento de este último y así se le asignaría a ella lo que le correspondería de la herencia de su padre en su calidad de hija nacida fuera del matrimonio. He ahí el interés de Víctor Parra y de Pedro L. Bravo quienes demandan a José Cardenio Avello a comienzos del siglo XX, con la intención de que Amalia fuera reconocida como hija de su hermano José María, y así ellos podrían obtener la porción hereditaria de la que eran legatarios. Posteriormente se sumó a esta demanda Ismael Jara y Juan Antonio Salas, en representación de los derechos que habían adquirido de Zoila Garretón, quien a su vez los había adquirido a través del testamento de Luis Errázuriz. Curiosamente, Juan Antonio compartía relaciones de parentesco con los hermanos Avello, ya que además de ser bisnieto de María Mónica de la Cruz Avello, hija natural de Tomás Avello y media hermana de José Manuel Avello, era bisnieto de Mercedes Chávez, hermana de María Chávez y de Valentín Chávez: la primera, esposa de José Manuel y el segundo, marido de Mariana Avello y padre de Ismenia Chávez, esta última la cuidadora de Amalia en Nacimiento, la protagonista de este conflicto legal.

El juicio fue un tremendo dolor de cabeza para los Avello y para el Consejo Administrativo que posteriormente manejó la herencia, sobre todo por lo extensión temporal de este, debido a que duró más de 20 años, período en el que fallece Clorinda, quien además suma a los beneficiarios al Obispado de Concepción además de establecer otros legados (como la casa ubicada en la esquina de las calles Hipólito Salas y San Martín en Concepción a Zaira Hidalgo, hija de su «sobrina» Delfina Avello), y en el cual también muere José Cardenio (el 18 de enero de 1912), quien suma a otros beneficiarios, miembros de la familia Ríos, a quienes les lega algunas casa también en Concepción además de extensos paños de terreno en el fundo Espigado, y también el fundo Descabezado. Este juicio alcanzó las últimas instancias en tribunales y en la Corte, y que además imposibilitó que todo aquel beneficiado por la herencia Avello pudiera acceder de forma plena y total a aquello que se le había legado. En este desaguisado legal, se buscó probar a través de diversos testimonios, que Amalia Avello había nacido al alero de las constantes visitas que hacía su madre, Tomasa Bravo, a la casa de los Avello, donde mantenía una íntima relación con Clorinda, hermana de José María. Que luego de algunos años, Amalia había pasado a vivir a la casa de José María junto al resto de la familia Avello, siendo tratada como un miembro más de esta, y asistida en todas sus necesidades por sus parientes, otorgándole a ella los más exclusivos cuidados. Que a pesar del traslado de Amalia a la casa de Ismenia Chávez en Nacimiento, José María continúo constantes visitas a la casa de Chávez donde se siguieron mediando relaciones de familia, logrando concertar un enlace matrimonial muy aventajado socialmente, siendo presentada en los círculos sociales más amplios como la hija de José María Avello. Frente a estos testimonios, los demandados presentaron los suyos quienes trataban de bajarle el perfil a estas declaraciones, y apoyaron principalmente su alegato a que, efectivamente, José María no había nunca manifestado legalmente tal reconocimiento, que nunca prestó su consentimiento en el informe matrimonial ni para el matrimonio de Delfina ni de Amalia y que, por sobre todo, había zanjado tal discusión en su testamento, señalando que a pesar de las relaciones de familiaridad entre ellos, no tenía conciencia total de que ambas fueran hijas de él. Finalmente, y luego de agotadas todas las instancias y de revisadas todas las pruebas testimoniales que fueron ofrecidas a lo largo de este juicio, la Corte le dio el favor a los demandados, bajo el argumento además que ni tanto Amalia Avello ni Luis Errázuriz, eventualmente los principales interesados en la herencia de esta fortuna, no pidieron la reforma testamentaria de José María Avello, a pesar de que vivieron casi una década después de la muerte de éste conociendo el contenido su última voluntad, que claramente no los beneficiaba.

Una vez resuelta la cuestión legal anterior, los principales beneficiaros de esta herencia, es decir, las Juntas de Beneficiencia de Santa Juana y de Concepción y el Obispado de Concepción, pudieron adjudicarse los diversos bienes de los Avello en los distintos puntos de la región. En ese mismo sentido, muchos de los legados también pudieron ser finalmente adjudicados, sin embargo, tampoco estuvieron exentas de problemas estas adjudicaciones. Problemas legales prosiguieron con Germaín Domínguez, cabecera de la sucesión de José Miguel Chávez (hijo natural de Valentín Chávez), con los Ríos e incluso con los Benavente, por los terrenos legados en el fundo Descabezado, buscando la difamación de una o la otra parte a través de publicaciones veleidosas en diarios de circulación nacional como El Mercurio o La Nación, los que finalmente, y a pesar de todo, tuvieron resolución con el correr de los años.

3 comentarios

  1. Aquella mercedes chavez, habra tenido más hijos? consulto por el alcance de nombre con doña Mercedes Chávez quien contrajo matrimonio con isidro de la Peña .
    Saludos

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